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Plan de salvación

Por Joe R. Barnett

 En el capítulo 2 de Hechos se nos dice que el día de Pentecostés tres mil personas siguieron el plan de salvación de Dios. En esta ocasión Simón Pedro culminó su sermón sobre el Cristo resucitado, diciendo, "A este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo" (Hechos 2:36). 

Estas palabras hicieron impacto, y sus oyentes, sintiéndose culpables, preguntaron, "¿Qué haremos?" Pedro les respondió, "Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hechos 2:38). 

Al final del capítulo, alrededor de tres mil personas habían sido bautizadas. Este hecho demuestra que la salvación no es una experiencia rara que "se posesiona de la gente" sin que la voluntad de la persona tenga parte en ello. Aquella gente estaba muy consciente de que tenía que cambiar, pero el proceso requería una decisión de su parte. Su decisión personal era asunto de aceptar la evidencia y obedecer los mandamientos de Dios. Ellos sabían que era correcto lo que hicieron porque Dios se los hizo saber, no porque "sintieron" que estaban en lo correcto. 

 AÑADIDOS A LA IGLESIA

Las iglesias de Cristo no hablan de membresía en términos de alguna fórmula a seguir para ser aceptados en la iglesia. El Nuevo Testamento nos enseña los pasos a seguir para llegar a ser cristiano. Cuando una persona sigue esos pasos y se convierte, automáticamente se hace miembro de la iglesia. No se requiere ningún otro paso para cualificar como miembro de la iglesia. 

Como ha de notarse más arriba, en el primer día de existencia de la iglesia aquéllos que se arrepintieron y se bautizaron fueron salvos. De ese día en adelante todos los salvos fueron añadidos a la iglesia (Hechos 2:47). Según este versículo, fue Dios quien les añadió. Por tanto, siguiendo este patrón, no emitimos voto ni les forzamos a tomar antes una serie de estudios. No tenemos el derecho a demandar ninguna otra cosa más que su obediente sumisión al Salvador. 

 LA SALVACION ES POR GRACIA ... 

 A causa del pecado, no podemos conseguir la salvación por nuestros propios esfuerzos. La salvación viene por la gracia de Dios. El apóstol Pablo escribió, "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, porque es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8-9).

 ... POR MEDIO DE LA FE 

Somos salvos por gracia... por medio de la fe. La gracia viene de parte de Dios. La fe viene de nuestra parte. Es sumamente importante que nos demos cuenta de que la única clase de fe que Dios reconoce es la fe activa, la cual envuelve obediencia a sus mandamientos. Nunca vamos a ganar la salvación sin cumplir las condiciones bajo las cuales esta gracia nos es prometida. 

CONDICIONES PARA SER SALVOS 

 Las condiciones dadas en el Nuevo Testamento para ser salvos son: 
  • Escuchar el evangelio, porque "la fe viene por el oir, y el oir por la palabra de Dios" (Romanos 10:17). 
  • Creer, porque "sin fe es imposible agradar a Dios" (Hebreos 11:6). 
  • Arrepentirse de los pecados pasados, porque Dios "manda a todos los hombres en todo lugar a que se arrepientan" (Hechos 17:30). 
  • Confesar a Jesús como el Señor, porque él dijo, "A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 10:32). 
  • Y ser bautizado para el perdón de pecados, pues Pedro dijo, "Arrepentíos, y bautícese cada uno en el nombre de Jesucristo para el perdón de vuestros pecados..." (Hechos 2:38). 

 UN SOLO PROCESO 

 Cada uno de esos pasos puede ser puesto aparte y discutido, pero debemos tener en cuenta que el renacimiento espiritual es un solo proceso que envuelve una reacción total del individuo hacia el amor de Dios. 

Ciertamente hay un llamamiento a que creamos, pero la "fe sola" no es suficiente. A aquellos que desean seguir el plan de Dios no se les está pidiendo simplemente cambiar las ideas que creen ser verdaderas. Sus vidas han de estar dedicadas a afirmar este cambio de convicción. El creer es un cambio interior, mientras que el arrepentimiento es una resolución interior que se demuestra en el exterior de nuestra vida. La confesión es comprometerse públicamente a esa creencia y a la determinación de un cambio en el modo de vivir. El bautismo es el acto decisivo con el que se sella el cambio y, por la gracia de Dios y el poder de la sangre de Cristo, nuestros pecados son lavados (Hechos 22:16). 

 EL ÉNFASIS EN EL BAUTISMO 

 Las iglesias de Cristo tienen reputación de enfatizar mucho el bautismo, lo cual es justificado por más de cien pasajes en el Nuevo Testamento donde se menciona la palabra bautismo en alguna de sus formas. 

El Nuevo Testamento enseña que el bautismo es un acto esencial para la salvación (Marcos 16:16; Hechos 2:38; Hechos 22:16). F.F. Bruce, renombrado estudioso del Nuevo Testamento, ha indicado que la idea de un cristiano no bautizado no es considerada en el Nuevo Testamento. 

El Nuevo Testamento plantea que el bautismo cumple los siguientes propósitos: 
1) Es para entrar al reino (Juan 3:5). 
2) Es para hacer contacto con la sangre de Cristo (Romanos 6:3, 4). 
3) Es para estar en Cristo (Gálatas 3:27). 
4) Es para salvación (Marcos 16:16; 1 Pedro 3:21). 
5) Es para el perdón de pecados (Hechos 2:38). 
6) Es para lavar los pecados (Hechos 22:16). 
7) Es para ser parte del cuerpo, la iglesia (1 Cor. 12:13; Efesios 1:23). 

LA SALVACIÓN ES PARA TODOS

Puesto que Cristo murió por los pecados de todos y la invitación de compartir su gracia salvadora está abierta para todos (Hechos 10:34, 35: Apoc. 22:17), no creemos que alguien en particular esté predestinado para la salvación o la condenación. Algunos escogerán ser salvos viniendo a Cristo en fe y obediencia. Otros le rechazarán y serán condenados (Marcos 16:16). Estos no se perderán porque estaban destinados a condenación sino porque fue ése el camino que escogieron. 

 Su decisión de seguir a Cristo es la más importante en su vida. Rechazarle es eternamente y espiritualmente fatal. Le exhortamos a que acepte la salvación ofrecida por Cristo, sujetándose a él en la obediencia de la fe para que se convierta en miembro de su iglesia